Realidades confundidas,
espejismos, distopías.
Mis sentidos no me sirven,
mi intuición yace vencida.
El inicio aparenta ser una conjuntivitis. No lo es, no hay un agente externo que esté atacando tu ojo. Es tu organismo que hace que una de las capas se inflame y tengas que recurrir a la ayuda de un oftalmólogo para detener el desastre que se avecina.
Al principio son colirios, y no eres capaz de entender la gravedad. Pero si la inflamación sigue descontrolada, empieza dañar otras partes de tu ojo. Empiezas a perder visión y recuperarla por etapas. Cada vez un poco menos. Si sigues sin poder controlar la inflamación, afecta a partes más sensibles. Llega a la mácula, la degenera y la mitad de tu vista desaparece de tu cuerpo.
Ya solo te queda un ojo útil. Ese ojo te hace ver el fantasma de la ceguera más cerca, mucho más. Tanto que puedes sentir su aliento. Si entonces tienes un brote en el otro ojo, te posee el terror. El miedo a perder algo que no te planteabas poder perder: no volver a leer, no volver a ver un paisaje, no volver a ver a tus seres queridos… Lista interminable y ensordecedora que no puedes sacar de tu cabeza.