¿Qué esperanza queda impresa en la retina
cuando solamente por único horizonte
chillan sueños en sórdidos rincones,
sueños cobardes que en huida se retiran?
Querer y no poder te destroza por dentro. Ves pasar oportunidades vitales que se te escapan entre los dedos. No puedes disfrutarlas ahora y sabes que no volverán. Te esfuerzas, lo intentas, lo deseas con todas tus fuerzas, pero no es suficiente para poder vivir tu vida como te gustaría vivirla.
Ciertas cosas las intentas continuamente. Te rindes un día y vuelves a probar a la siguiente oportunidad. Tu cuerpo dice que no, pero tu cabeza consigue que vuelvas a estrellarte contra el muro. Con toda la fuerza que tienes. Convencido de que algún día acabarás con él y pasarás al otro lado.
Algunas entiendes que es imposible afrontarlas con normalidad, pero te adaptas para al menos hacerlas. O creer que las haces. O al menos paliar el no poder con la convicción de haber hecho todo lo posible.
Otras, las que más duelen, se desvanecen, se van para siempre. La oportunidad por la que tanto luchaste, de la que te tienes que borrar en el momento que llega. Los juegos con tus hijos, que se te hacen imposibles mientras desaparecen delante de tus encharcados ojos porque no volverán a ser niños nunca más. Trenes que pasan mientras tú permaneces encadenado al banco de la estación, que se alejan dejando un vacío en ti que no se puede llenar con nada.