En mi pellejo llevo grabados
bocetos de sangre y de hiel.
Su autor, un azar cabreado.
Galería de arte, funesto riel.
Amputar una articulación, destrozada por la enfermedad, que anula una parte de ti, que te impide seguir con tu vida es ineludible. Tienes que arrancarla, quemarla, que desaparezca ella y su dolor. Tienes que sustituirla por una parte extraña, artificial, indolora e insensible al mismo tiempo.
Es un paso adelante en tu calidad de vida. Simula una recuperación que no es, porque nada se ha recuperado de tu cuerpo. Ha desaparecido para siempre. Sigues siendo tú, pero ya no eres tú al mismo tiempo. Extraña sensación sentirte mejor al desprenderte de ti mismo. Que recordarás, aunque te quisieses olvidarlo, por el tatuaje sin tinta que marca tu piel para siempre.