Y sólo en la luna más oscura
mirando fijamente el firmamento
brilla brevemente, tenue y lejana,
la estrella fugaz de mis anhelos.
En la otra cara de la moneda está la liberación de tener con quien compartir la condena. A quien te abrazas con la poca fuerza física que te queda, pero con tal intensidad que te vacía del dolor y sufrimiento que tienes acumulado. Un abrazo que te convierte en un solo ser, que te libera de gran parte de la carga.
Por un momento consigues olvidar el pesado lastre que arrastras en tu vida. Hace que te sientas más ligero, más fuerte, más libre. Vuelve a tu vida un color que casi no recordabas. Tu vacío se llena de tanto amor que necesitas más sitio para guardarlo. No te puedes permitir el lujo de perder ni un ápice de esa sensación, consciente de que es lo que te permite soportar la condena.
El sentimiento de gratitud por tanto que te regalan es tan fuerte, tan intenso, que consigue transformar las lágrimas de sufrimiento en una catarata de felicidad que te limpia de la suciedad acumulada. Más aún cuando recuerdas a todos los que no cuentan con la fortuna de poder disfrutar algo así.
Pocas personas pueden conseguir ese efecto sólo con un abrazo. Cada una con su particular significado, su incalculable valor. Pero ninguna consigue igualar los de Susana, Rosa y Loly. Ellas consiguen que todo tenga sentido.