Es este un juego macabro
de muy precisas instrucciones:
juego para alcanzar sufrimiento
sabiendo que voy a alcanzarlo.
La medicación es un laberinto sin salida. Una balanza en la que comparas riesgos con beneficios continuamente. Buscando cada poco tiempo confirmación de que
los efectos continúan. Comprobando las supuestas soluciones que no ocasionan más problemas de los que tienen que solucionar. Intentando ajustar la dosis que te acerque un poco más al objetivo.
Si funciona, no puedes dejar el tratamiento para no caer de nuevo. Si tiene efecto limitado, no puedes dejarlo, porque al menos palía algún síntoma. Si no tiene efectos, aguantas impacientes esperas a que aparezca otro.
Tratas de seguir los consejos de tus especialistas, controlando tus ansias de rendirte, de buscar soluciones mágicas, de no caer en la desidia de la cadena perpetua que supone la cronicidad. Pero a la hora de escoger, la responsabilidad es tuya, y la soledad infinita cuando las dudas no te dejan ver con claridad qué solución es la más acertada en tu caso, en este momento, en este lugar.