Un juicio sin jurado ni letrado.
Un veredicto dictado sin juzgado.
Condenado de antemano, ¿guillotina?
Cadena perpetua, que tampoco hay amnistía.
Empieza con dolor esporádico. Un dolor extraño, sin aparente motivo. Te despierta por la noche. Te deforma con inflamaciones que no puedes prever. Viene y va. Las primeras consultas no tienen respuesta. El dolor sigue, cada vez más continuo. Tus movimientos empiezan a verse limitados. Sigues buscando respuestas a tus brotes cada vez más prolongados en el tiempo. Radiografía, análisis, resonancia. Nuevas palabras se incluyen en tus conversaciones habituales. Entonces llega el veredicto.
ESPONDILITIS ANQUILOSANTE
“Crónica”. “Acostúmbrate”. “Para toda tu vida”. “Tienes que convivir con ella”. “Aprenderás a llevarlo bien”. Palabras que resuenan en tu cabeza cuando te dan el diagnóstico y no callan con el tiempo. Sólo aspiras a acostumbrarte a oírlas en tu interior y, a veces, poder ignorarlas.
Tan solo puedes verlo como una condena injusta que te ha caído, sin haber hecho nada para merecerla. Sin poder hacer nada para evitarla. Sin saber ni cómo ni porqué. ¿Por qué?